Diario La Nación: La equinoterapia, capaz de forjar vínculos
En el Bajo de San Isidro, gente con distintas discapacidades se rehabilita a través del contacto con caballos antes maltratados
En el corral es un día soleado. Las bombachas de campo con guarda pampa son ideales para la ocasión. Milena, con sus rulos rubios y vestida con una remera violeta que hace juego con sus medias, monta un tordillo en la pista con su profesora Vicky, que mueve las manos mientras entona la canción infantil “La Reina Batata”. Milena, que tiene una enfermedad rara, una anomalía en el cromosoma 6, sonríe entusiasmada.
Milena, de tres años y medio, asiste en el Bajo de San Isidro a las clases de equinoterapia de la Fundación Al Reparo, que propone la estimulación y rehabilitación psicofísica a través del caballo. La niña realiza hipoterapia (va acompañada arriba del caballo por un profesor), pero, en otros casos, los niños cabalgan solos.
Desde que se fundó la organización, hace nueve años, el equipo de profesionales compartió momentos de alegría y mejorías visibles en la calidad de vida de los chicos, jóvenes y adultos con discapacidad o problemas de sociabilización que asisten a las clases. “La rehabilitación ecuestre brinda beneficios tanto fisioterapéuticos, como normalizar el tono muscular, mejorar el control de la postura y la coordinación motora, como psicoterapéuticos, como el desarrollo de vínculos, la inserción social, el refuerzo de la autoestima y el control emocional, entre otros”, explica María Guadalupe Gómez, presidenta de Al Reparo.
La madre de Milena cuenta que el pediatra de su hija le recomendó que intentase con animales y por Internet se enteró del trabajo de la fundación. “Cuando comenzó con la clase, tenía casi tres años y no caminaba. Gracias al trabajo y al amor enorme que le dan las personas de acá, a los dos meses comenzó a caminar”, explica su madre Silvina. “Además, tuvo logros en lo social. Apenas llegó se largaba a llorar cuando la separaban de su mamá. Ahora eso no pasa”, agrega Victoria Zavalía, su profesora.
En Al Reparo destacan la importancia de trabajar desde el don para desarrollar la personalidad y el potencial de cada persona, y no desde las limitaciones. Un equipo interdisciplinario de voluntarios compuesto por un psicólogo, kinesiólogos, docentes, terapistas ocupacionales y jinetes trabaja bajo esas premisas.
Mientras que Milena monta a caballo buscan estimular el uso del lenguaje a través de cantos infantiles, juegos y versos circulares. “Muchos de los chicos no tienen desarrollado el lenguaje y piden, a través de gestos, tal o cual canción. Por ejemplo, cuando Milena quiere que frene el caballo, hace el gesto de alto con las manos y, cuando quiere que avance, le tira un beso”, agrega Zavalía.
El tordillo que usa Milena se llama Bacán y tiene sarcoide equina, una enfermedad en la piel. “A Bacán lo compré para que no vaya al matadero”, dice Gómez. De los nueve caballos que tiene la fundación, cinco están trabajando y los otros cuatro están en recuperación, ya que fueron maltratados o abandonados. “Por lo general, vienen muy lastimados; lo que hago es llevarlos a mi casa para domarlos con la técnica de doma racional join-up del norteamericano Monty Robert. Cuando están listos, puedo sumarlos al circuito”, explica Gómez.
El vínculo que se crea entre los caballos lastimados y los chicos es muy importante, y les sirve luego para transferirlo a las relaciones interpersonales en la vida diaria. Facundo es ciego, tiene las piernas amputadas y es hemipléjico. “Cada vez que viene a la fundación, siente empatía con el caballo y le hace caricias para que se cure. Y éste, a pesar de estar mal, lo lleva en su lomo”, agrega Gómez. La madre de Milena cuenta que cuando su hija va a clase “quiere llevarle una zanahoria a su caballo y grita” si salen de la casa sin ese regalo.
Uno de los chicos que asistía a las clases de equinoterapia luego de quedar cuadripléjico estudiaba diseño y se animó a atarse una birome a una muñequera para hacer el logo de la fundación. “El logo define de forma perfecta lo que queremos transmitir: un abrazo” cuenta Gómez.
En el corral es un día soleado. Las bombachas de campo con guarda pampa son ideales para la ocasión. Milena, con sus rulos rubios y vestida con una remera violeta que hace juego con sus medias, monta un tordillo en la pista con su profesora Vicky, que mueve las manos mientras entona la canción infantil “La Reina Batata”. Milena, que tiene una enfermedad rara, una anomalía en el cromosoma 6, sonríe entusiasmada.
Milena, de tres años y medio, asiste en el Bajo de San Isidro a las clases de equinoterapia de la Fundación Al Reparo, que propone la estimulación y rehabilitación psicofísica a través del caballo. La niña realiza hipoterapia (va acompañada arriba del caballo por un profesor), pero, en otros casos, los niños cabalgan solos.
Desde que se fundó la organización, hace nueve años, el equipo de profesionales compartió momentos de alegría y mejorías visibles en la calidad de vida de los chicos, jóvenes y adultos con discapacidad o problemas de sociabilización que asisten a las clases. “La rehabilitación ecuestre brinda beneficios tanto fisioterapéuticos, como normalizar el tono muscular, mejorar el control de la postura y la coordinación motora, como psicoterapéuticos, como el desarrollo de vínculos, la inserción social, el refuerzo de la autoestima y el control emocional, entre otros”, explica María Guadalupe Gómez, presidenta de Al Reparo.
La madre de Milena cuenta que el pediatra de su hija le recomendó que intentase con animales y por Internet se enteró del trabajo de la fundación. “Cuando comenzó con la clase, tenía casi tres años y no caminaba. Gracias al trabajo y al amor enorme que le dan las personas de acá, a los dos meses comenzó a caminar”, explica su madre Silvina. “Además, tuvo logros en lo social. Apenas llegó se largaba a llorar cuando la separaban de su mamá. Ahora eso no pasa”, agrega Victoria Zavalía, su profesora.
En Al Reparo destacan la importancia de trabajar desde el don para desarrollar la personalidad y el potencial de cada persona, y no desde las limitaciones. Un equipo interdisciplinario de voluntarios compuesto por un psicólogo, kinesiólogos, docentes, terapistas ocupacionales y jinetes trabaja bajo esas premisas.
Mientras que Milena monta a caballo buscan estimular el uso del lenguaje a través de cantos infantiles, juegos y versos circulares. “Muchos de los chicos no tienen desarrollado el lenguaje y piden, a través de gestos, tal o cual canción. Por ejemplo, cuando Milena quiere que frene el caballo, hace el gesto de alto con las manos y, cuando quiere que avance, le tira un beso”, agrega Zavalía.
El tordillo que usa Milena se llama Bacán y tiene sarcoide equina, una enfermedad en la piel. “A Bacán lo compré para que no vaya al matadero”, dice Gómez. De los nueve caballos que tiene la fundación, cinco están trabajando y los otros cuatro están en recuperación, ya que fueron maltratados o abandonados. “Por lo general, vienen muy lastimados; lo que hago es llevarlos a mi casa para domarlos con la técnica de doma racional join-up del norteamericano Monty Robert. Cuando están listos, puedo sumarlos al circuito”, explica Gómez.
El vínculo que se crea entre los caballos lastimados y los chicos es muy importante, y les sirve luego para transferirlo a las relaciones interpersonales en la vida diaria. Facundo es ciego, tiene las piernas amputadas y es hemipléjico. “Cada vez que viene a la fundación, siente empatía con el caballo y le hace caricias para que se cure. Y éste, a pesar de estar mal, lo lleva en su lomo”, agrega Gómez. La madre de Milena cuenta que cuando su hija va a clase “quiere llevarle una zanahoria a su caballo y grita” si salen de la casa sin ese regalo.
Uno de los chicos que asistía a las clases de equinoterapia luego de quedar cuadripléjico estudiaba diseño y se animó a atarse una birome a una muñequera para hacer el logo de la fundación. “El logo define de forma perfecta lo que queremos transmitir: un abrazo” cuenta Gómez.